martes, 29 de septiembre de 2009

torres garcia

Nació fruto del matrimonio formado por Joaquin Torres Fradera, que a su vez era hijo de Joan Torres y de Rosa Fradera, cordeleros originarios de Mataró, y de María García Pérez, hija de José María García, maestro carpintero originario de Canarias, y de Misia Rufina Pérez, aristócrata uruguaya de origen criollo venida a menos.

Tras una difícil infancia por los vaivenes económicos y domiciliarios de su familia, y una formación principalmente autodidacta, en 1890 Torres García se fijó como objetivo el emigrar a fin de formarse como pintor, pues llegó a la conclusión de que esa formación no la había de recibir correctamente en la capital de Uruguay. Así pues, junto a toda su familia decidió viajar a Europa en junio de 1891, contando con diecisiete años. La familia del padre los llevó directamente a Mataró. Allí Torres García empezó a asistir de día a una academia local, en la que aprendió las bases del oficio, y de noche a clases de dibujo en una escuela nocturna de Artes y Oficios. En 1892, la familia decidió afincarse en Barcelona, con ellopedro, Torres García pudo ingresar en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona.

Allí coincidió con pintores más tarde reconocidos cómo Mir, Sunyer, Canals y Nonell, todos ellos influidos por el impresionismo francés preponderante en aquel momento, y por los escritos de Zola. Con ellos salía a pintar por los suburbios de la ciudad imitando a los pintores de vanguardia de entonces, Monet, Sisley y Renoir. Como todas las clases eran nocturnas, decidió aprovechar la franja diurna ingresando en la Academia Baixas, la más reputada de entonces, por ser tan académica como la oficial de Bellas Artes.

En 1893 Torres García se matriculó en el Cercle Artístic de Sant Lluc, de talante católico, del que se imbuiría profundamente. Sería socio hasta el año 1898. Aquí conoció a Josep Pijoan, Eduardo Marquina, Pere Moles y Luis de Zulueta. A partir del año 1894 participó en las Exposiciones Generales de Bellas Artes, en la sección Extranjera, y al año siguiente empezó a colaborar con la librería tipográfica Católica hasta el año 1899. En 1897 expuso sus obras en la sala de exposiciones del periódico La Vanguardia, y participó en una exposición colectiva de los Socios del Círculo Artístico de Sant Lluc. En esa época Torres llegó no sólo a entablar amistad con pintores y escultores de la talla de Manolo Hugué, Pichot, los hermanos Oleguer y Sebastià Junyent, los hermanos Sunyer, Pablo Picasso, los hermanos Joan y Juli González, y Planella, sino también con músicos como Antoni Ribera.

En los años siguientes publicó varios dibujos en el periódico La Vanguardia con el nombre de Quim Torras y en las revistas Iris, Barcelona cómica y La Saeta.

Desde 1901 empezó a pintar al fresco, atraído por la atemporalidad que se desprendía de las obras antiguas realizadas con esta técnica, y entró en una dinámica de trabajo en grupo en la que se entremezclaban pintores, músicos, escultores y poetas; todos los arriba mencionados se reunían en el local de Juli González, asistían a conferencias de carácter artístico en el Círculo de Sant Lluc, a conciertos de música clásica en el Liceo, a debates y charlas en Els Quatre Gats, en la sastrería Soler, etc. En mayo de 1903 publicó un artículo en la revista mensual Universitat Catalana titulado Augusta et Augusta, afirmando que la forma artística nunca copiará la realidad y defendiendo su idealista concepción del arte.

Empezó a trabajar en decoración, primero con Adrià Gual y más tarde en la remodelación que el arquitecto catalán Antoni Gaudí estaba realizando en la Catedral de Santa María de Palma de Mallorca. Trabajaba en las dos primeras vidrieras laterales y el rosetón de la Capilla Real cuya construcción se llevaba a cabo en los talleres de las obras de la Templo Expiatorio de la Sagrada Familia en Barcelona. Esta colaboración se prolongó hasta 1905, aportando a Torres la visión del trabajo colaborativo e interdisciplinar de Gaudí, así como la necesidad de considerar globalmente decoración y arquitectura.
Arte universal (1943)

Por necesidades económicas impartió clases de dibujo en domicilios particulares, como la de Don Jaime Piña y Segura, padre de la que sería su futura mujer, Manolita Piña i Rubíes; así como en la del compositor Isaac Albéniz, en la que enseñó a su hijo Julio. En 1904 consiguió los primeros encargos de decoración mural: en la capilla del Santísimo Sacramento de la iglesia de San Agustín de Barcelona, decoración destruida durante la Guerra Civil Española y la decoración mural del ábside de la Iglesia de la Divina Pastora en Sarrià, hoy en día desaparecida, y que pronto fue cubierta por otras pinturas.

En 1905 su obra evolucionó formalmente de manera ya muy evidente hacia lo que sus enemigos más utilizaron para atacarle, el planismo, comúnmente nominado como "defectos de factura" (despreocupación porque la pintura fuese agradable a la vista, que las cualidades pictóricas fuesen halagadoras de los sentidos) y en 1906 emprendió un alejamiento de la superficialidad que subyacía en sus cuadros buscando entroncarla con la fuente de toda civilización, el arte griego. En 1907 empezó su labor docente en la escuela Mont d’Or, creada por el pedagogo Joan Palau Vera en Sarrià, en la que introdujo además por primera vez en España el dibujo del natural. Contrajo matrimonio con Manolita Piña el 20 de agosto de 1909 en Barcelona. En esta época, Torres García sustituyó los elementos formales de origen griego por los propios de Cataluña (masías, labradores, trabajadores, etc.) imbuyéndose del espíritu de reivindicación de la identidad Catalana propio del momento.

El periodista argentino Roberto Payró le proporcionó el encargo de dos grandes paneles para la decoración del pabellón de Uruguay en la exposición Universal de 1910 en Bruselas en los que ubicó dos alegorías de la agricultura y la ganadería, de paso, visitó Florencia, Roma y París. A su vuelta se instaló en Vilassar de Mar, donde nació su primera hija, Olimpia. Su trabajo entusiasmó a algunos de sus adeptos en Barcelona, como Eugeni d'Ors, Roman Jori, Manuel Folch i Torres y Josep Clarà, que a su vuelta le convencieron para trabajar en proyectos artísticos que diesen renombre a Cataluña. Los diferentes encargos en el antiguo palacio de la Generalidad de Cataluña, que por aquel entonces había sido recientemente adquirido como sede de la Diputación provincial de Barcelona, fueron desde unas vidrieras para los ventanales de la sala del Consell de la Mancomunitat, a la decoración mural del Salón de Sant Jordi, el proyecto mural de más envergadura e importancia que Torres-García acometió a lo largo de su vida, que marcó gran parte de su trayectoria artística y personal, y que debía realizarse siguiendo las directrices ideológicas marcadas por el presidente de esta institución, Enric Prat de la Riba. Tras un viaje a Italia para estudiar la técnica del fresco se estableció en Tarrasa, donde se había trasladado la Escuela Mont d’Or.

En mayo de 1913 publicó su primer libro: Notes sobre Art, que supuso la ruptura de facto con su principal valedor teórico Eugeni d'Ors, el cual estimó como una usurpación ideológica la referencia a la identidad histórico-iconográfica Catalana que Torres García incluía en su libro. El 19 de junio de 1913 nació en Tarrasa su segundo hijo, un varón de nombre Augusto. Y a finales de ese mismo mes, comenzó la realización del primer fresco para el salón San Jorge, La Cataluña eterna. Al tiempo que terminaba el fresco, Torres García fundaba la Escuela de Decoración en Sarrià con un grupo de jóvenes discípulos, en un claro intento de fundar una escuela de muralistas y decoradores que intentasen poner en práctica sus teorías. En agosto del año siguiente la Escuela Mont D’Or cerró por quiebra, Torres García decidió quedarse en Tarrasa, donde proyectó y decoró la que sería su residencia, Mon Repòs. El 10 de diciembre de 1915, nació en Mon Repòs su tercera hija que bautizó como Ifigenia, Aglás y Elena. En 1917 conoció al pintor uruguayo Rafael Barradas, personaje capital en su vida pues fue el catalizador de su evolución artística hacia la abstracción, constatándose en su trabajo un acercamiento al arte contemporáneo desde el prisma de la complementariedad con la tradición.

Al fallecer Prat de la Riba, se suspenden inmediatamente los trabajos de decoración en el Salón de Sant Jordi y su encargo. Acuciado por la escasez económica se lanzó a una nueva actividad, la fabricación de juguetes.

A lo largo de 1919 conoció y frecuentó a personajes como J. V. Foix, o Joan Miró, y volvió a impartir clases privadas de dibujo y pintura siendo uno de sus nuevos clientes Sigfried Ribera, hijo del compositor. En 1920, Torres García partió con su familia en tren hacia París. Nunca volvió a Barcelona. Desde allí embarcaron en dirección a Nueva York, donde conoció a españoles como Rafael Sala, Joan Agell y Claudio Orejuela, a Max Weber, el músico Edgar Varèse, Charles Logasa, John Xcéron, a las hermanas Whitney, a los pintores Joseph Stella, Karfunkle y Marcel Duchamp y al matrimonio Tawsend, que le pusieron en contacto con la Society of Independents Artists, fundada por Katherine Dreier, Marcel Duchamp y Man Ray.

Ante la falta de ingresos, decidió volver a Europa, en concreto a Italia, para dedicarse de nuevo al negocio de los juguetes, fundando la Aladdin Toy Company que recibe importantes pedidos de la casa holandesa Metz & co. En 1924 nació su cuarto hijo, Horacio, en Livorno, Italia. Charles Logasa le animó a pintar al fresco para intentar organizar una exposición en París y ante las buenas críticas decidió trasladarse a París en 1926 con su familia. En 1928 junto a Jean Hélion, Alfred Aberdam, Daura y Ernest Engel Rozier realizó la exposición "Cinq refusés par le jury du salón d’Automne". Entre el público, apareció Theo Van Doesburg que inicia una gran amistad y una extensa colaboración con Torres García.

Justo en esa época conoció a Michel Seuphor quien le presentó a Jean y Sophie Arp, a Adya y Otto Van Rees, a Luigi Russolo y a Georges Vantogerloo, siendo admitido muy pronto en las reuniones de este grupo que tenía a Mondrian a la cabeza. En estas reuniones se forjó el núcleo principal del futuro grupo Cercle et Carré, promotor de la primera exposición de arte constructivista y abstracto en 1930, y de una revista del grupo. Torres García aportó al constructivismo el orden y la lógica en la composición mediante reglas como el número áureo, y la inclusión de figuras simbólicas que representan al hombre, el saber, la ciencia y las ciudades.
Constructivo con campana (1932)

En 1932 abandonó París por la crisis económica y se instaló en Madrid, en plena república, creando en 1933 el Grupo Constructivo, con el que expuso en el Salón de Otoño. El grupo escribió tres textos en los que se reflejaba el espíritu con el que nació el grupo, llamándolos Guiones, en ellos es apreciable la influencia constructiva de Torres García.

En 1934, un año y medio después de su llegada, decidió volver finalmente a Uruguay, a su Montevideo natal, donde fue recibido como integrante de la elite artística europea. Inmediatamente mostró sus teorías artísticas de vanguardia en un país anclado en el conservador gusto europeizado que impone el epíteto de calidad a todo aquello que es importado del viejo continente, convirtiéndose pronto en un personaje controvertido.

Creó la Sociedad de las Artes del Uruguay con el objetivo de integrar todas las artes y de actuar como nexo entre los artistas y el público. Se inauguró la primera retrospectiva de Torres García, en la que participó también Augusto, su hijo mayor, y empezó a impartir clases de historia del arte en la Escuela Taller de Artes Plásticas. Alquiló un local en el número 1037 de la calle Uruguay que convirtió en sala de exposiciones, fue conocido como Estudio 1037, y organizó una primera muestra de Arte en la que participaron artistas nacionales: Carmelo de Arzadun, Gilberto Bellini, José Cúneo Perinetti, Luis Mazzey, Bernabé Michelena, Zoma Baitler, Carlos Prevosti, Augusto Torres-García y él mismo, y extranjeros: Germán Cueto, Pere Daura, E. Engel, Glycka, Jean Helión, Luc Lafnet, Charles Logasa, O. Van Rees y Eduardo Yepes.

En 1934 Torres García fue nombrado profesor honorario de la Facultad de Arquitectura de Montevideo y en 1935 publicó su libro Estructura. Creó la Asociación de Arte Constructivo (AAC), impregnada del espíritu de un arte propiamente americano. En ella se encontraban Rosa Acle, J. Álvarez Marqués, Carmelo de Arzadum, Alfredo Cáceres, María Cañizas, Luis Castellanos, Amalia Nieto, Héctor Ragni, Lia Rivas, Carmelo Rivello, Alberto Soriano, Augusto Torres, Horacio Torres y Nicolás Urta. En 1936 apareció el primer número de la revista Círculo y Cuadrado, como continuadora de Cercle et Carré, del que se publicaron siete números hasta 1938, y del que se publicó un último número extraordinario en diciembre de 1943, siendo el órgano publicitario de la AAC. Su lema es: Intransigencia total contra el naturalismo. La intensa actividad pedagógica que Torres mantuvo entre 1934 y 1938 no dio el resultado que él esperaba y se cuestionó el continuar con la Asociación de Arte Constructivo en los términos en que lo hacía hasta ese momento.

En 1938 Torres García empezó a mostrarse influido por el arte precolombino e indígena, como se puede apreciar en su obra Monumento Cósmico, yuxtaponiendo figuras como las que ya utilizaba en París, figuras que hacían referencia al hombre y a las ciudades con las propias de la tradición simbólica indígena de América del Sur.

Desde un punto de vista filosófico, Torres García recibió una fuerte influencia de las doctrina de la Teosofía de Helena Blavatsky y de la Antroposofía de Rudolf Steiner, al igual que otros artistas de la época como Piet Mondrian, Paul Klee y Vasili Kandinski. En 1932 se relacionó con la Sociedad Teosófica en Uruguay donde pronunció la conferencia "Geometría, creación, proporción".

En 1940 se editó el libro 500ª conferencia, editado por la AAC, en el que se recogen todas las conferencias impartidas por Torres García en Montevideo desde su llegada, y anuncia su fin. El desengaño con respecto a la creación de este grupo y su fracaso se constata en la publicación del manuscrito La ciudad sin nombre, en la que Torres García escribió reflejando su desilusión ante la situación que vivía.
América invertida (1943)

Su desesperación por la dificultad de implantar el arte Constructivo en Uruguay, le llevó a proponer una vuelta a la figuración rescatando el uso del constructivismo y utilizando la simbología cultural propia del Indio Americano, creando en 1943 el Taller Torres García o Taller del Sur, compuesto por jóvenes artistas. Al año siguiente, Torres García y sus alumnos consiguieron el encargo para pintar murales constructivos en el pabellón Martirené del Hospital de Saint Bois, en las afueras de la capital. Se realizaron hasta un total de 35 murales, de los cuales Torres García ejecutó los siete mayores al tiempo que supervisaba los restantes. En el año 1944, le fue concedido el Premio Nacional de Pintura recibiendo un gran homenaje con participación de Pablo Picasso, Gregorio Marañón, Pablo Neruda, Lipschitz, Braque y Ozenfant, y publicó su particular teoría artística, llamada universalismo constructivo.
He dicho Escuela del Sur; porque en realidad, nuestro norte es el Sur. No debe haber norte, para nosotros, sino por oposición a nuestro Sur. Por eso ahora ponemos el mapa al revés, y entonces ya tenemos justa idea de nuestra posición, y no como quieren en el resto del mundo. La punta de América, desde ahora, prolongándose, señala insistentemente el Sur, nuestro norte.
Joaquín Torres García. Universalismo Constructivo, Bs. As. : Poseidón, 1941.

En el año 1945 se publicó el primer número de la revista Removedor, órgano de lucha del Taller Torres-García, que sirvió como marco de respuesta a las críticas hacia sus trabajos y los de sus alumnos y como herramienta publicitaria.

Tras su muerte, ocurrida en Montevideo el 8 de agosto de 1949, el taller seguiría en funcionamiento, siendo dirigido por algunos de los alumnos más destacados, hasta su cierre definitivo en 1962 (aunque hay controversia con respecto de esa fecha). Por su parte, la última publicación oficial del Taller vio la luz en enero de 1961: se trató del tercer número de la revista Escuela del Sur (que había sustituido a Removedor, cuyo número 28 final es de julio-agosto de 1953).

La llamada de Torres García a los artistas para que no renunciasen a ser latinoamericanos, de pretender ser contemporáneos al uso investigando formalmente en sus trayectorias artísticas, aportó una nueva dimensión a la construcción de un lenguaje moderno y americano, constituyéndose uno de los episodios definitorios de las vanguardias latinoamericanas.

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